Nacido en Shuri no tobaru en el año 1830,
Itosu sutsune alcanzó, a los 85 años de
edad, el sueño de todos los káratekas -
el fue MEIJIN. Ser "meijin" significa que
alguien ha llevado su arte hasta límites
fuera de las fronteras del poder físico
normal. Solo se puede llegar a ser "meijin"
después de muchos años de dolorosa
disciplina e infinita paciencia.
Comenzó su largo viaje hasta ese estado de
última perfección desde muy temprana edad.
Cuando tenía siete años, su padre,
un reconocido samurai, comenzó su
entrenamiento con sistemas "pedagógicos" que
actualmente nos pondría los pelos de punta,
pero que en aquellos tiempos eran
considerados "de buena educación"...
Parece ser, que su padre le ataba con un
cinturón (obi) a una estaca clavada al
suelo dejándole dos palmos de cuerda libre
para que pudiera moverse alrededor de esta.
Después, comenzaba a "fajarle" y golpearle.
El niño intentaba parar y coger el palo
con sus manos como podía, y al no tener
éxito, daba vueltas hasta quedar amarrado
al palo. El padre no paraba los empellones,
sino que continuaba con sus ataques hasta
que el niño impotente, comenzaba a llorar.
Esto no activaba la compasión del padre,
sino todo lo contrario, continuaba en las
ofensas. Solo cuando el niño, en su
desesperación, comenzaba a enfrentarse a
su padre, este paraba los asaltos. El padre
de Itosu continuó con este proceso todos
los días hasta que estuvo satisfecho de los
resultados, los cuales no eran otros que
desarrollar lo que el denominaba
"el espíritu del luchador". En aquella época
, eran admitidos estos entrenamientos
salvajes y el propio padre lo describe así:
"Esta es una forma rigurosa y dura ,sin
duda, pero el ambiente en el que el niño
se desarrollará es un entorno duro y riguroso
.El niño deberá entrenarse así hasta llegar
a ser un hombre orgulloso, un luchador digno
hijo de un padre samurai". En el año 1846,
cuando era Sho Iku el rey de Okinawa, el
joven Itosu acompañó a su padre a visitar
al Maestro Matsumura, que entones tenía 54
años. Después de los saludos formales, el
padre de Itosu solicitó a Matsumura que
acogiera a su hijo como deshi (alumno).
Matsumura miró al joven adolescente, frunció
el ceño, y dijo: "Pareces delgado a primera
vista, yo diría que las Artes Marciales no
son para ti. Pero hay algo en tu mirada que
me gusta. Recuerda siempre esto: la actitud
es importante, el camino es difícil y se
requiere una enorme cantidad de esfuerzo
para practicar Artes Marciales". Después,
Itosu asintió con la cabeza y permaneció un
buen rato mirando fijamente al maestro.
Las clases empezaron al día siguiente.
Desde el principio, Itosu no perdió ningún
día de entrenamiento. No había descanso.
Matsumura regañó, atormentó, dirigió, fue
brusco, castigó y demandó total e
incondicional sumisión y obediencia y pronto
el niño de 16 años se transformó en un
hombre de 24. Su cuerpo se desarrollo
completamente llegando a ser el hombre más
alto de Shuri. Poseía un mentón redondo como
un barril de cerveza. Si no fuera por su
enorme bigote, tendría el aspecto de un
"buen niño". El carácter reivindicativo y
orgulloso del pueblo okinawense tendría en
el su mejor adalid contra el imperialismo
japonés. Sho Tai era entonces el rey de
Okinawa. Sho Iku, el que fuera rey cuando
Itosu conoció a Matsumura, estuvo desde
entonces bajo la custodia de Japón.
Los japoneses adoptaron la estratagema
política consistente en retener a estos
reyes y a numerosos miembros de la nobleza
okinawense en Tokio - más bien en calidad
de secuestrados que de visita. Con esta
estrategia se pretendía mantener controlados
a los isleños. Estas practicas políticas
eran comunes durante el Shogunato (gobierno)
de Tokugawa y, continuaron en el Japón
moderno hasta la derrota de la Segunda
Guerra Mundial. Este era el ambiente
político en el que vivió Itosu.
Es muy importante conocer estos aspectos
sociopolíticos para entender las diferencias
culturales y sociales que enfrentaban al
pueblo isleño del archipiélago de las islas
RyuKyu, con capital en Okinawa, contra los
invasores imperialistas japoneses que
provenían, bien armados y militarizados,
del interior. Como no podían expresarse
libremente en lo político, los aspectos
"deportivos" eran por entonces la única
posibilidad para exteriorizar las emociones
que sentían los campesinos okinawenses.
Efectivamente, casi todas las acciones de
lucha en las que se vio envuelto Itosu se
movieron por una necesidad de expresión
patriótica. El carácter orgulloso de los
okinawenses se manifestaba por un fuerte
apego a la tierra y a las tradiciones
ancestrales. Este carácter es todavía
reconocible en la actualidad. Pasando el
tiempo, un día Itosu decidió hacer un viaje
a Naha-shi con la intención de ver las
luchas de toros que por entonces se
celebraban en Okinawa. Cuando estaba
entrando en la ciudad de Naha, vio a una
gran multitud moviéndose desorganizadamente
y pudo ver a un toro corriendo libremente
hacia él. "Corre, corre por tu vida", oyó
gritar a la gente. "¡El toro esta fuera de
control y ha roto todas las barreras.
Te matará!" A pesar de todo, Itosu continuó
andando despacio cuesta abajo, recto hacia
la dirección que traía el toro enloquecido.
Mucha gente recordó, después del incidente,
cómo la expresión de aquel hombre se volvió
tranquila y abierta mientras se dirigía
hacia una muerte segura. El toro cargó
contra él con la cabeza baja. Itosu dio un
paso lateral, al mismo tiempo que se abrazaba
al cuello del toro por detrás de los cuernos.
Los que no habían corrido despavoridos se
quedaron mudos. Vieron a aquel hombre que,
agarrando ambos cuernos como un volante,
forzaba el cuello del toro con tanta
precisión que este acabo cayendo al suelo
de lado. Al desaparecer la polvareda,
la gente pudo ver cómo el hombre agarraba
de tal manera al toro que este no podía
utilizar sus patas que coceaban al aire.
El animal mugía, bramaba y resoplaba
cansándose más y más, mientras aquel loco
no mostraba signo alguno de cansancio.
Por fin, un grupo de jóvenes consiguió atar
las patas del animal y este fue retirado
mansamente. La importancia de las fiestas
del toro quedaron ensombrecidas por aquel
acontecimiento y la gente no hablaba más que
de esta aventura tan brava. Se empezó a
especular entonces acerca de las
posibilidades que este luchador tendría,
en un enfrentamiento, contra el mejor
luchador de Naha. En aquellos tiempos de
final de siglo, a medida que el kárate
ganaba en popularidad en los programas de
educación física pública, una gran rivalidad
se fue gestando entre las ciudades de Shuri
y Naha. Dos formas prevalecían sobre todas
las demás: Shorin-Ryu y Goyu-Ryu.
En la ciudad de Naha se realizaban retos
"permitidos" por la policía. Había una gran
roca delante de un barrio llamado Yamagataya.
Esta roca se llamaba Ude-kake-shi y,
marcaba el área de duelos, un sitio donde
se realizaban peleas y apuestas para
demostrar la supremacía en las artes
marciales. El barrio de Yamagataya era la
zona "roja"de la ciudad donde la policía
miraba para otro sitio cuando se celebraban
los combates. Estas peleas se pueden
considerar como el principio del actual
Jiyu-kumite (combates modernos ).
Muchas reputaciones fueron ensalzadas y
perdidas en aquellas confrontaciones.
Para ganar fama, todo lo que tenía que hacer
un candidato era poner la mano encima de la
roca, lo cual significaba el deseo de
confrontarse contra cualquiera que se
presentara. Pronto aparecían los fuertes del
pueblo y, sin más dilación, se iniciaban
los golpes...sin reglas. En aquella época,
el campeón era Naha-no-Tomoyose,
un invencible campesino, enorme en tamaño
e ídolo de la ciudad de Naha. En el año 1856,
una humedad insoportable para la salud de
Itosu, hizo que este se mudara a Naha,
que disfrutaba de un clima más seco.
Aquí empezó su destino. Un día,
al poco de llegar a Naha, fue a sentarse y
dormitar cerca del mar. Se apoyó contra
la gran roca Ude-kaki-shi,
donde oyó comentarios que no le gustaron.
"Shuri no puede producir un hombre que pueda
vencer a nuestro campeón Tomoyose.
Su kárate es solo para lucirse y nada más",
dijo otra voz. "En Naha nosotros producimos
artistas marciales para el combate real ,
no para la peluquería". "Tienes razón,"
aseveró otro. "¡Si no fuera por
bushi Matsumura, el karate de shuri no
tendría nada! Itosu decidió hacer algo
acerca de esa conversación, que estaba
hiriendo su orgullo. Se levantó y se dirigió
directamente al grupo parlanchín y dijo:
"Creo que ustedes, señores, están equivocados
acerca del karate de Shuri y de su campeón
Tomoyose. Si me dicen simplemente cómo
puedo hacer para enfrentarme a él, estaría
contento por demostrarles de qué manera el
kárate "de peluquería" se comporta en el
combate real". Con gran alegría, los paisanos
se apresuraron a complacer al iluso.
Al día siguiente, Itosu fue a Naha y se
dirigió a la famosa roca. La gente estaba
empezando a marcharse después de que
Tomoyose había despachado a todos los
contendientes que se presentaron ese día.
Con la intención de que no se marchara nadie,
saltó rápidamente encima de la roca y,
con palmadas, desafió al campeón.
Esto fue suficiente para que la multitud
regresara y, en un instante, tuvo delante de
él a un fornido y enorme hombre. Este lanzó
un golpe alto, pero antes de que el puño
recorriera la mitad de su camino, Itosu
ya había conectado tres golpes secos a su
cabeza. El hombre dobló sus rodillas y cayó
al suelo totalmente inconsciente.
Pasó un instante para que dos amigos del
derrotado saltaran a la roca haciendo
grandes gestos e insultando a Itosu y a su
ciudad. Rodearon los flancos de Itosu y,
a una señal, atacaron simultáneamente.
Antes de que cayeran sobre él, Itosu saltó a
la derecha, mientras bloqueaba el codo
descendente de uno de los atacantes con sus
dos manos cruzadas. Al mismo tiempo, lanzó
su talón derecho contra la mandíbula del
otro, levantándole en el aire y cayendo este
con los brazos abiertos e inconsciente,
con gran dificultad para respirar.
Inmediatamente, lanzó su otra pierna hacia
la entrepierna del que estaba agarrando,
siendo el resultado de esta acción otro
hombre en el suelo con los brazos abiertos
sin moverse. El silencio era sepulcral,
la gente no podía creer lo que estaba
sucediendo; en menos de diez segundos dos
fornidos peleadores plácidamente durmiendo,
y el otro asfixiándose. "¿Queda algún hombre
con el valor suficiente para enfrentarse a
un karateka de Shuri?", preguntó Itosu a los
espectadores mirando alrededor lentamente.
"Juegos de peluquería", recitó con una
profunda y potente voz, "Me considero
satisfecho". Entonces otro ciclópeo hombre,
más impresionante que el mismo Itosu,
emergió arrogante entre la multitud.
Los ojos de Itosu parpadearon un instante
por la sorpresa, reconociendo a Tomoyose,
y pensó que tenía que acabar con ese
personaje lo más rápidamente posible.
Era más grande y más fuerte que él,
así que la única posibilidad que tenía era
la velocidad. Los dos hombres se saludaron,
pusieron las manos sobre la roca
Ude-kake-shi, y comenzaron a girar uno con
respecto al otro. La gente comenzó a hacer
apuestas, estas estaban a diez contra uno
en contra del hombre de Shuri.
Tomoyose lanzó de repente un golpe en gancho
directo a la sien izquierda de Itosu tan
fuerte como para matar a un oso.
Itosu bloqueó el brazo con el canto de su
mano derecha (shuto) y saltó al lado
contrario. Se pudo oír un crujir,
como cuando se rompe una caña.
El brazo del campeón colgaba roto en dos,
como si tuviera dos codos articulados,
y su cara mostraba un dolor espantoso.
El gran Tomoyose acababa de ser derrotado
por el hombre de Shuri en un segundo.
El Maestro Itosu mantuvo muchos combates
individuales y contra varios combatientes
al mismo tiempo. En aquellos combates se
admitían no solo paisanos okinawenses,
sino también marineros occidentales que
recalaban en el puerto. Itosu sufrió muchas
heridas en las peleas, pero nunca perdió un
combate. Itosu, tenía el cuerpo tan bien
entrenado que parecía invulnerable.
En una ocasión, cuando visitaba una zona de
recreo de Naha, decidió entrar a un
restaurante. De repente, sin previo aviso,
un joven le atacó por la espalda lanzándole
un fuerte puñetazo al costado. Itosu, sin
tan siquiera volverse, endureció sus músculos
abdominales haciendo que el puño rebotara al
mismo tiempo que agarraba con la mano
derecha la muñeca del atacante. Sin volver
la cabeza, lo arrastró dentro del restaurante
; allí pidió comida y vino a la asustada
camarera mientras continuaba sujetando la
muñeca de aquel hombre. Bebió un sorbo de
vino y después lo arrastró hasta colocarlo
frente a él mirándolo entonces por primera
vez. Después de un rato sonrió y dijo:
"No se qué tienes contra mí, pero...
¡tomemos un trago juntos! El joven quedo
anonadado y profundamente avergonzado.
A partir de entonces, el nombre de Itosu fue
muy conocido en Naha. Era el hombre que
había que ganar si se quería tener una
reputación importante en el mundo de las
artes marciales y reconocimiento social.
No pasó mucho tiempo después de su
enfrentamiento con Tomoyose cuando tuvo la
oportunidad de someterse a otro test.
Un día, cuando volvía a casa, oyó pronunciar
su nombre desde dentro de una taberna.
Era un antiguo amigo que le invitó a unas
rondas de sake y recordar antiguas épocas en
afable conversación. Cuando comenzaba a
hacerse de noche, Itosu decidió regresar a
casa. Era una noche nubosa que,
intermitentemente, apagaba la luz de la luna.
El camino recorría la senda del bosque de
pinos de Daido. De repente, se vio rodeado
por tres bandidos que reclamaban su dinero,
cosa bastante frecuente en aquella época sin
ley y con muy poco control policial.
"Si esa bolsa es tan gorda como tu cabeza,
es una buena presa", dijo el primer bandido
con voz rasposa a los otros dos. Itosu miro
al que hablaba y noto que llevaba un sai
(pincho agrícola de tres puntas). El otro
portaba un bo (palo) de l,90 cm, mientras el
tercero iba con las manos vacías. En ese
momento las palabras de su maestro Matsumura
llegaron como un rayo a su mente:
"Si alguna vez te ves envuelto en un ataque
múltiple, concéntrate primero en el arma que
pueda ser lanzada y después en las demás".
Mientras una nube oscurecía la luna, Itosu
aprovecho esta oportunidad para actuar antes
de que la frase acabara de pronunciarse.
Dio un salto y, agarrándose a una rama se
perdió entre el follaje, fuera de la vista
de los atacantes. El hombre del sai,
armó su brazo para lanzar el arma, pero dudó
un instante para poder precisar mejor la
puntería. Mientras se movía para encontrar
una posición más favorable desde la cual ver
mejor su diana, no pudo percibir cómo el que
iban a robar se lanzaba sobre él,
arrebatándole de la mano el arma mientras
caía al suelo. Itosu le aplicó entonces un
golpe con el canto de la mano (shuto)
directamente a la nuca, rompiéndole el cuello.
El hombre del bo era el siguiente. Llegó
demasiado tarde para salvar a su amigo.
Después de unos escasos segundos de amagos,
Itosu, mientras daba pasos hacia atrás
protegiéndose con el sai, se dio cuenta de
que este bandido era un experto en el uso
del palo como arma. Entonces descubrió que
los movimientos que manejaba aquel hombre
pertenecían a una kata conocida como
"shiu shi no kon". Esta era una kata que fue
introducida en Okinawa por un maestro chino
y que tenía mucha peligrosidad. Itosu
sabiendo el peligro que corría, se arriesgó
anticipándose en un instante en el que el bo
iba hacia atrás para armarse, y que es un
punto débil de esta kata. En ese preciso
momento, con un latigazo de su muñeca, hizo
girar el sai como un abanico. Acertó en la
decisión. Al iniciar el hombre la acción de
carga, ya tenía el sai clavado profundamente
en su pecho, muriendo en el acto El otro
hombre, viendo todo esto, salió corriendo
despavorido. Vivió lo suficiente para ir
contando este lance, el cual contribuyo
notablemente a realzar la enorme destreza y
la imagen mítica del que después sería el
Maestro Itosu. A pesar de todo, y ni
teniendo en cuenta el imponente porte del
Maestro, todavía aparecían luchadores que
desafiaban a Itosu. Muchos le retaban para
alcanzar fama y ponían no solo su integridad
física en grave peligro, sino incluso sus
vidas. Otros, aun sabiendo que iban a
perder, desafiaban al maestro, solo para
presumir de que habían sido derrotados por
el gran hombre y solo esto ya era un gran
honor. Incluso a la edad de 75 años todavía
se enfrentaba a jóvenes ansiosos de tener
el honor de destronar al gran Maestro.
Nunca perdió un combate. Él siempre decía
que lo que había perdido en fuerza física
lo había ganado en sabiduría y esto era
superior a cualquier fuerza o técnica.
En aquella época, Okinawa estaba totalmente
dominada por Japón. Este país comenzaba a
mostrar su poderío en el mundo occidental.
Incluso los japoneses más optimistas estaban
sorprendidos de cómo la flota rusa, un país
300 veces más grande que Japón, había sido
derrotada en Port Arthur. Sin embargo, todo
el acero de los barcos japoneses no era
suficiente para doblegar el orgulloso
carácter okinawese. Este carácter, este
espíritu, estaba encerrado precisamente en
las Artes Marciales okinawenses. Un día,
durante esos años, un policía "naichi",
apodo que recibían los policías japoneses
del interior, se mofaba de los karatecas
locales empequeñeciendo su arte, retando a
cualquiera de ellos. Itosu, que tenía
entonces el cargo oficial de programar la
educación física en los estudios académicos,
se sintió molesto por el comentario y, como
ya era costumbre en él, decidió tomar cartas
en el asunto. Se dirigió al director de la
Universidad, que era japonés.
"El kárate no es un deporte, le dijo Itosu,
"es más bien un arte para matar. Solo se
deberá usar para defensa personal y como
último recurso". El director, que tenía a
Itosu en gran estima, se dirigió al alcalde
y este confirmo lo alegado por el maestro.
Todos los oficiales de la prefectura eran
japoneses provenientes de una región del
interior llamada Kagoshima. Todos eran de la
misma región del policía que había iniciado
este debate y además le consideraban
invencible, pues era un campeón invicto en
el arte de Naichi, que después pasó a
denominarse Judo. "Pienso que esta sería una
buena oportunidad para comparar el arte del
Judo japonés con el kárate okinawense", se
dijo el jefe de la policía. "He tomado la
considerada opinión de permitir que se
celebre este combate. De esta manera, el
pueblo Okinawense reconocerá para siempre
que el arte de Naichi es superior al karate".
Cuando Itosu oyó que el combate fue
oficialmente permitido, reunió a todos sus
alumnos y les instruyó muy formal y
solemnemente. "Pronto veréis el kárate en una
situación real de combate, y he decidido
enfrentarme al experto en judo personalmente.
No le mataré, naturalmente, pero tengo que
demostrar a los del interior que el kárate
es el arte más peligroso y efectivo que
existe con las manos vacías. Por eso, quiero
que todos vosotros estéis presentes".
La confrontación entre los dos grandes
artistas marciales fue un gran
acontecimiento : Kárate contra Judo.
Se celebró por la tarde en el recinto
universitario y horas antes de empezar el
combate las gradas ya estaban abarrotadas de
estudiantes policías y público. Los policías
y los oficiales japoneses no se contenían en
mostrar su sarcasmo contra los isleños
okinawenses. Un silencio sepulcral se hizo
en el recinto cuando entró aquel venerable
hombre de 75 años de edad para defender el
honor del kárate. La indignación del público
japonés llegó a mostrarse como un gran
enfado colectivo. Sintieron que se insultaba
a su gran campeón de Judo. Su victoria
perdería todo el mérito si se limitaba a
vencer a un desvalido anciano, pensaron.
Por esta razón, el combate fue casi
pospuesto, y lo hubiera sido de no ser
pública la tremenda reputación de Itosu.
Así pues, con algunas reservas, entró el
experto en Judo al ring. El experto Judoka
comenzó el combate describiendo un círculo
alrededor de Itosu, haciendo gestos
burlescos como para guardar las apariencias.
Itosu, con gran calma, pivoteaba mientras
mantenía la mirada fijada en los ojos del
japonés. El viejo isleño se mostraba tan
relajado que parecía ridículo , incluso para
sus alumnos. De improviso, el policía se
abalanzó hacía adelante y agarró la manga y
el escote de la ropa de Itosu, pero en menos
de un parpadeo, los espectadores vieron con
sorpresa cómo el japonés caía al suelo.
Itosu había conectado su puño izquierdo
profundamente en el plexo solar del Judoka,
acompañado de un sonoro grito seco (kiai).
El joven quedó en el suelo encogido de lado
intentando respirar con dificultad. Todo
sucedió tan rápidamente que los oficiales
japoneses quedaron sin palabras. Solo oyeron
un único kiai, y allí estaba en el suelo
retorciéndose el admirado campeón. Entonces,
Itosu, tranquilamente, se inclinó hacia el
caído, y comenzó a practicar una técnica de
"katsu"(arte de la recuperación) y, en muy
poco tiempo, sus arrugadas y manchadas manos
con lunares seniles, consiguieron que el
judoka se sentara anonadado y recuperara el
estado normal. Después, Itosu se dirigió
hacia la zona donde se encontraban sus
alumnos, y con su característica voz
crujiente, que era perfectamente escuchada
por el silencio que envolvía al público,
les instruyó con este monólogo: "Hoy", dijo,
"habéis visto lo que el kárate puede hacer
contra el no iniciado en el kárate.
Nunca debería ser usado a no ser que no haya
otro recurso. Espero que este combate y esta
lección la contéis a vuestros futuros alumnos
y sea recordada para siempre". Diciendo esto,
Itosu se marchó lenta y tranquilamente y este
acontecimiento entró en la historia .
Actualmente, Itosu es recordado sobre todo
por sus katas. Durante todos los largos años
de enseñanza académica, centró sus esfuerzos
en que cada persona debería alcanzar el máximo
de sus posibilidades físicas a lo largo de
su vida. Llegó al convencimiento de que cada
persona tiene que desarrollar el máximo de
perfección hacia sí mismo y hacia los demás.
Defendía que, antes de desarrollar cualquier
tipo de actividad en la vida, el estudiante
debería desarrollar un máximo de equilibrio
entre el cuerpo y la mente. Estaba totalmente
convencido de que el entrenamiento serio y
continuado de las katas era el mejor sistema
para alcanzar el éxito en estos puntos.
Él enseñaba que el control del movimiento
del cuerpo, la observación de la respiración,
la calma de la mente y la concentración
podían desarrollarse plenamente a través de
la practica de las katas. Itosu creía que,
utilizando el kárate, el hombre podía
canalizar la violencia y redescubrir el
cuerpo como herramienta de expresión.
Creía firmemente en el adagio griego que
decía "mens sana in corpore sano".
El Kárate, tal como se practica hoy, le
debe mucho a Itosu. Él usó el kárate, no
solo como defensa personal de gran eficacia,
sino como un vehículo para transformar el
carácter del ser humano. Su frase más famosa
fue: "El kárate es una forma de vida, un
camino para alcanzar la completa seguridad
en sí mismo y la ausencia de miedos".
Efectivamente, el Karate es una materia que
concierne al carácter del ser humano como
unidad, " físico - emocional - espiritual".
Camina en contra de la beligerancia
innecesaria y de la gloria fatua. Quizás sea
la historia del maestro Itosu, uno de los
mejores ejemplos en el mundo de las Artes
Marciales, en el que de una manera muy
gráfica podríamos describir lo siguiente;
el mejor bombero es un antiguo pirómano
curado; el más eficiente policía es el viejo
ladrón arrepentido ; y el mejor médico es
aquel que ha estado gravemente enfermo, se
ha curado y emplea el resto de su vida para
curar a los demás. El Maestro Itosu, a lo
largo de su vida, experimentó acontecimientos
intensos que daban la razón, de alguna manera,
a aquellas técnicas drásticas que empleara
con él su padre durante la infancia y
adolescencia. Aquellos entrenamientos de
extrema dureza le valieron para poder
soportar los odios contenidos nacionalistas,
la peleas reivindicativas del orgullo entre
pueblos, los ataques a muerte por bandidos
que infestaban los caminos, la defensa no
solo política sino sobre el ring, del karate
okinawense contra el Judo japonés, la
planificación de la educación física escolar
introduciendo el karate como asignatura
obligatoria en los colegios okinawenses y,
más tarde enseñando en el mismo Japón
Imperial. Todos estos avatares quizás no los
hubiera podido llevar a cabo una sola
persona si ésta no hubiera tenido ese
espíritu draconiano y un entrenamiento
límite que forjó un carácter del que todavía
en la actualidad nos alimentamos los que
amamos las Artes Marciales. Alumnos notables
posteriores, como Kenwa Mabuni, Funakohi,
Ryusho Sakagami que continuaron aquel camino de búsqueda de la
perfección física y mental,un camino de
realización personal a través del cual se
pretende alcanzar los límites últimos que el
ser humano puede alcanzar. Esta es la vía
que en la actualidad recordamos
tradicionalmente con el nombre de DO y que,
en gran medida, se la debemos al
Maestro Itosu. Desde antiguo se ha dicho y
siempre ha sucedido:
"SE CENSURA A LOS QUE PERMANECEN SILENCIOSOS
Y A LOS QUE HABLAN DEMASIADO, Y A LOS QUE
HABLAN POCO TAMBIÉN SE LOS CENSURA.
EN ESTE MUNDO NO HAY NADIE QUE NO HAYA SIDO
CENSURADO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario